sábado, 21 de agosto de 2010

EL SOLITARIO DE SAYAN Por:Raul Porras Barrenechea


La reaparición del maestro carolino después de su eclipse provincial y de un período de abstención y renunciamiento a que se entregó en los primeros meses de 1822, va a ser rotunda, como convenía a su prestancia revolucionaria. Por estos días, nos dice Larriva "había renunciado a las concurrencias públicas y hasta la sociedad de sus amigos para aguardar encerrado entre las cuatro paredes de su casa a que despejado el horizonte rayase la mañana de un día más claro y más sereno". Es como una vela de amor o una ascética concentración antes de lanzarse a la brega. Pero el descubrimiento de los planes monárquicos del Protector le hacen colocarse de un salto en el centro mismo de la lucha.


El egregio soldado de los Andes había asumido el poder político cuya designación correspondía al pueblo. Aconsejado por Monteagudo --su genio maléfico, según Bulnes-- retardaba la reunión de un Congreso y pretendía resolver sin el concurso amplio y público de los peruanos la forma de gobierno. Habían partido comisionados secretos a buscar el Príncipe para el trono perulero y la nobleza colonial se preparaba con los entorchados de la Orden del Sol a servir de corte al nuevo amo. Monteagudo, ante los murmullos de los liberales peruanos, convocó, como en Buenos Aires en 1812, una Sociedad Patriótica encargada de discutir "todas las cuestiones que tengan un influjo directo o indirecto sobre el bien público". Se nombró para ello a todos los adictos al Protectorado y entre ellos a los conde y marqueses, comerciantes y algún clérigo que apenas sabía el latín y la moral de Lárraga. Muchos republicanos auténticos. como Sánchez Carrión, fueron excluidos. El tema principal a discutir fue "la forma de gobierno más conveniente para el Perú".

Son ampliamente conocidos los episodios de aquella discusión, la tesis del canónigo Moreno, secuaz de Monteagudo, sobre la inadaptabilidad de la forma republicana al Perú por la extensión de su territorio, desfavorable para los comicios. y por la ignorancia y analfabetismo de sus habitantes; la embestida vigorosa del clérigo arequipeño Arce, llamándole Bossuet criollo; la elusión de Luna Pizarro; la serena intervención de Tudela impugnando el régimen monárquico, y la aparición del pliego misterioso firmado con el seudónimo de El Solitario de Sayán, que contenía el más intemperante alegato en contra de la monarquía. La carta del Solitario, escrita por Sánchez Carrión, no se leyó en la Sociedad ni pudo imprimirse, pero se leyó en las plazas y en los cafés en que los flamantes ciudadanos acudían a gritar ¡Viva la República! La Carta puso al descubierto la parcialidad del Ministro y desató la auténtica opinión republicana. Puso también prácticamente tér- mino a la Sociedad Patriótica y canceló la intentona monarquista. Fue el primer triunfo democrático de Sánchez Carrión, limpio, puro, doctrinario, sin sombra de personalismo y de medro, de abajo a arriba, de anónimo a poderoso, con sólo la fuerza intrépida del ideal.

Monteagudo recurrió, según su genio, a las medidas de arbitrariedad y violencia. Amordazó la prensa, fusiló dos extranjeros propagandistas de las ideas republicanas y despachó para Calcuta a los que se atrevieron a protestar de dichas medidas. Los desmanes de Monteagudo se intensificaron cuando San Martín se fue a Guayaquil a conferenciar con Bolívar, en que el Ministro se creyó omnipotente.

El motín popular del 25 de Julio de 1822 contra Monteagudo fue promovido principalmente por Riva-Agüero, y por Luna Pizarro y sus adherentes, los clérigos Morales y Gallo, "el ciudadano Tramarría" un demagogo agente de Riva-Agüero, especie de tribuno de la plebe o de Cabildo

individual que elevaba recursos al poder público con una representación unipersonal. El memorial dirigido al Cabildo y a Torre Tagle pidiendo la destitución del Ministro lleva, confundida entre otras, la firma de Sánchez Carrión. Pero los informantes secretos de Monteagudo, cuyos papeles se han conservado, no incluyen a Sánchez Carrión entre los principales dirigentes de la asonada popular y aún apuntan que se negó a desempeñar una comisión y fue sustituido por el cura Burgos. Su misión era esencialmente doctrinaria y ajena por temperamento a toda demagogia.

El triunfo obtenido por el pueblo con la destitución, la prisión y el destierro de Monteagudo, afirmó la convicción democrática. Sánchez Carrión y Mariátegui, los dos republicanos más ardorosos, íntimamente asociados por entones, resolvieron continuar la campaña doctrinaria a favor de la forma republicana a fin de disipar toda sombra de monarquismo. Juntos publican La Abeja

Republicana, que aparece en Noviembre de 1822 y en la que se imprime por primera vez la Carta del Solitario de Sayán. Mariátegui escribe contra la Inquisición y la monarquía bajo el seudónimo de El Patricio, y en los ataques contra Monteagudo, su despotismo y su boato insolente, restalla el tono de panfleto del Solitario de Sayán. Sánchez Carrión se separa luego de Mariátegui y publica por sí solo El Tribuno de la República Peruana, nombre que le corresponde por antonomasia y que él confesó a Bolívar en una carta haber escrito íntegramente, en medio de las mayores ocupaciones, en pleno funcionamiento del Congreso y gastando de su bolsillo doscientos pesos que no le reembolsaron los lectores ni los suscritores. En ese periódico, como en la Segunda Carta del

Solitario de Sayán, publicada en El Correo Mercantil del mismo año, en que se propone la forma federal, se precisa y define la doctrina democrática de Sánchez Carrión, que iba a informar los debates del Congreso y la primera Constitución, obra anímica suya. Refiriéndose a su campaña contra Monteagudo en El Tribuno, decía Sánchez Carrión a Bolívar en 1824 demostrando su nobleza e incapacidad de rencor: "Al señor de Monteagudo también le di su ración, por haberse empeñado en monarquizarnos; pero ya pasó, y somos amigos personalmente".

La Carta del Solitario de Sayán, La Abeja Republicanay El Tribuno de la República Peruana, los tres documentos inspirados por el genio democrático de Sánchez Carrión. resolvieron el debate que se planteó por Monteagudo en la Sociedad Patriótica. Cuando el Congreso Constituyente tenga que resolver la forma de Gobierno, la república no necesitará ya de apologistas. El Solitario de Sayán y sus colaboradores habrán ganado ya todos los espíritus.

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