sábado, 21 de agosto de 2010

EL MENSAJE DEMOCRATICO - Por : Raul Porras Barrenechea

Pero en Sánchez Carrión, tanto como la personalidad humana e histórica, vale el mensaje que nos legó. El es el más auténtico definidor de la doctrina democrática y quien asienta en el Congreso Constituyente y en la primera Constitución las bases políticas y los fundamentos morales de nuestro sistema republicano. Los principios enunciados por él en sus discursos, escritos periodísticos y en el Exordio de la Constitución, sobre libertad y obediencia, sobre el imperio de la ley, el equilibrio de los poderes, el horror a la tiranía, el predominio de la virtud, el desinterés cívico y la caridad civil, son hasta hoy las metas ideales de nuestra democracia. Resplandece, sobre todo, en la doctrina del tribuno peruano como nota distintiva de nuestro pueblo, la condición del equilibrio moral, de la conciliación entre las realidad y la utopía, del repudio del exceso y de la fuerza de quien proclama en su memoria de Ministro que ha podido cumplir su áspera tarea libertadora "sin que una sola víctima se haya sacrificado y que la filantropía no tenga nada que reclamar durante el período del mando dictatorial". Ese humanitarismo, preñado entonces, y hoy, de emoción continental, tiene su primera expresión en las palabras y las iniciativas del Ministro General del Perú en la campaña libertadora. Es un peruano auténtico, con instinto generoso y civilizador, el tribuno que proclama para orgullo nuestro "que nadie nace esclavo en el Perú", "para desagraviar los fueros de la naturaleza hollados por la mercancía de nuestra propia especie", que pregona nuestra hospitalidad y dice que el Perú es el asilo de la humanidad y que el que pise su territorio será sostenido en los derechos que le invistió naturaleza, ya que tuvo la fortuna de burlar la fuerza, y cuando asienta que "la patria del hombre es todo el globo". En tal carácter y por tal convicción suya y de su pueblo firmó José Sánchez Carrión la invitación a todos los países de América a reunirse en el Congreso de Panamá, primer ensayo jurídico de la fraternidad continental que el Perú convoca e inspira.


En Sánchez Carrión está el más puro legado de nuestra doctrina democrática. Le admiramos cuando exalta la dignidad de la ciudadanía, fundándola a .la vez que en la libertad en la obediencia y el bien común, cuando declara que al proclamar la Independencia del Perú lo que quiso y lo que quiere el pueblo es, no sólo la separación de la metrópoli, sino el acrecentamiento de la población y la riqueza, que la virtud y la ilustración lleguen a su máximo, que los hombres aprendan a ser ciudadanos, o sea a ceder parte de sus derechos comprometiéndose a la obediencia, con el objeto de conservar inmune la otra parte, y, sobre todo, cuando nos dice que el objeto de la Emancipación y de la vida democrática "es ser libres sin zozobra".

Sánchez Carrión, conocedor y fustigador de nuestros defectos nacionales, postula un programa en común que sigue siendo nuestra aspiración esencial: que el peruano ame sus propias instituciones y adore sus leyes; que nuestra emulación consista en ser cada vez más austeros y moderados. "El día en que cumplamos este propósito, dice, seremos libres, habremos alcanzado nuestra emancipación civil y desaparecerán el crimen y los vicios que corrompen la moral, sin cuyo influjo no puede haber república". La patria auténtica—dice él—, la patria de vivientes y no de

fórmulas vacías no puede existir sin la libertad, que "es un co-elemento de nuestra existencia, sin el cual los pueblos son rebaños y toda institución inútil"

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